lunes, 18 de abril de 2011

DANZAD, DANZAD, MALDITOS


Mi entrada de hoy va de bailes. A pesar de la que está cayendo, a algunos le da por bailar. Según he visto hoy en los telediarios la gente baila, y esos bailes que he visto en la televisión me producen dos sensaciones bastante diferentes.
Por un lado están los por mi bautizados Barnélope, es decir Bardem y Penélope, que se ven en unas imágenes bailando como desatados en un escenario. Parece ser que estaban en un concierto de Prince, y éste los invitó a subir al escenario a bailar y ellos, raudos y veloces, lo hicieron.  Claro que estaban en territorio americano. Me pregunto si hubiera sucedido lo mismo aquí en España en un concierto de, por ejemplo, El último de la fila. Se admiten apuestas.
Por otro lado he visto a un político rumano, creo, del que no recuerdo el nombre, que, parece ser, se dedica a ir a las televisiones de su país y marcarse unos pasos al ritmo de Michael Jackson. No lo hace mal del todo el tío. Y en su país y en su partido parece que lo están criticando por bailón. Pues a mí me gusta que no se tome tan en serio las cosas. Me pregunto que sucedería aquí si Zapatero o Rajoy se nos echaran a bailar un Thriller.  Ojalá. Daría algo por verlos, aunque luego se criticarían entre ellos por la falta de destreza de uno o por el poco ritmo del otro. Yo qué sé. Pero se garantizarían, al menos por una vez la atención. Y las audiencias mandan.  

domingo, 17 de abril de 2011

Y a otra cosa, mariposa

No me gusta nada la gente que se toma demasiado en serio.
Hay gente que discursea desde su púlpito, sea el que sea, internet, la televisión, libros, revistas, cualquier medio es bueno para soltar una parrafada sobre algo que, generalmente, no les gusta.
Yo también lo hago, claro, pero estoy abierta a críticas, sean buenas o malas, y no me cabreo porque sé que me arriesgo a no caer bien, a no gustar, y debo respetar la opinión de los demás. De todas formas, quitando a unos cuantos que quieren sentar cátedra y además hacerse famosos, creo que la mayor parte de la gente que tiene un blog se escribe en principio a sí mismo, y por extensión a los demás.
Pero no me refiero a esos que dejan su opinión y ya está, y si les dicen que no están de acuerdo contestan que bueno, que vale, que cada uno tiene su opinión. Y punto.
Me refiero a aquellos que intentan que los demás compartan plenamente sus opiniones. Es cierto que todo el que habla, todo, es digno de que lo que diga sea tenido en cuenta por los demás, pero de ahí a sentenciar que su opinión sea la única y verdadera, o que su punto de vista sea el mejor... hay bastante distancia.
La humildad es una virtud que mucha de esta gente no posee. Creen que ellos, sólo ellos, están en posesión de la verdad absoluta y ellos, sólo ellos pueden juzgar las opiniones de los demás. Son los mesías de nuestra generación, aquellos que están aquí para salvarnos de nuestra ignorancia infinita.
Pues yo no quiero ser salvada, y por eso hoy un bloguero ha perdido mis visitas. Para siempre, por intolerante. Porque su opinión no vale más que la mía, y porque su ego infinito le impide ver más allá de lo que tiene delante de las narices. Porque su miopía intelectual es lo peor que le puede pasar a una persona que escribe un blog.
Que critique lo que quiera, que esté de acuerdo con lo que le parezca. Yo ya no estaré allí para verlo. Aunque le sobren visitas, le falta humildad, y, al final, acabará pagándolo.

viernes, 15 de abril de 2011

¿INTELECTUALES?


En esta vida he tenido la desgracia de encontrarme con algún que otro intelectual. Afortunadamente para mí siempre me han dado de lado porque no pertenezco a su especie, y digo afortunadamente por dos razones, porque he sido afortunada de que me den de lado, y porque no pertenezco a su especie. Y digo que no pertenezco a su especie, porque me ufano de no pertenecer a ella desde siempre y espero que para siempre. (Ruego encarecidamente a mis seres queridos y a aquellos que me aprecian aunque sea mínimamente que, si algún día me contagio de la pedantería intelectual de esos literatos e intelectuales varios, busquen algún remedio que impida que me vaya completamente al otro lado).
Nuestra ciudad, pródiga en pedantes y pseudo intelectuales se ha vuelto un poco más pedante desde que la universidad, de la cual me honra ser alumna egresada, no por lo de egresada, sino por lo de alumna, ha tenido a bien dotar a nuestro campus de titulaciones humanísticas (a la que también pertenece la titulación con la que me dotó un día su rector) en las que los profesores, con algunas excepciones, por supuesto, gobiernan en reinos de taifas e introducen a sus enchufados en departamentos, despachos e investigaciones de las que, por otra parte, supongo que deberán dar cuenta a alguien, pero de los que nuestra ciudad jamás se beneficia ni siquiera en forma de información lateral en algún periódico.
Lo que pretendo decir con esto, y sé que estoy resultando extremadamente pedante, y es lo contrario de lo que busco, es que afortunadamente para otras universidades menos endogámicas, y para aquellos alumnos que afortunadamente han aprendido a investigar para su propia satisfacción y no la del profesor-doctor de turno, hay multitud de ex-alumnos de estas facultades que resultan tanto o más válidos que los que en este momento imparten docencia en escuelas universitarias y facultades que pertenecen a nuestro campus, cuyo único mérito consiste en haber hecho suficientemente la pelota al profesor de turno, sacarse los cursos de doctorado por amistad, investigar materias de las que nunca se publica nada, y cobrar un sueldo de la universidad por pedantear durante determinadas horas ante unos alumnos universitarios que se merecen algo mejor para su formación académica.
Sigo esperando ese trabajo de investigación, aunque sea humanística, por supuesto, que me demuestre que esta gente se dedica a algo además de a demostrar que todos los demás estamos por debajo de su capacidad intelectual o de su inteligencia. Cosa que, por cierto, no es cierta. Mal que les pese.

jueves, 14 de abril de 2011

EL ARTE DE RECIBIR

Aunque se hayan perdido costumbres antiguas como las de visitar y recibir, hay ciertas cosas que nunca deberían perderse: el arte de hacer visitas y el de recibir a las mismas son asuntos de cierta etiqueta que deberían tener todavía hoy en día unas normas que conservar.
Me refiero a que en época de mi abuela se recibía a las visitas en casa, y no importaba que el visitante fuera más o menos querido, en la casa se le recibía con exquisita amabilidad y elegancia, respeto y educación.
Supongo que algo de ese arte de recibir debe todavía de conservarse, a pesar de que ahora nuestras relaciones sean mucho más flexibles y no tengan la etiqueta de aquellas épocas.
Por ejemplo, en mi caso, nunca se me ocurriría invitar a alguien a mi casa para luego insultarlo o hacerle sentirse incómodo. Cierto que nunca se me ocurriría invitar a nadie a mi casa que no tuviera al menos el derecho de que yo lo respetara, pero eso es otro asunto. Tampoco admitiría que ninguno de mis invitados viniera a mi casa a insultarme o a faltarme al respeto.
Por eso entiendo a Buenafuente, ese presentador de televisión que ahora mismo es el foco de las iras de muchos internautas tras su entrevista a la Ministra Sinde. Que lo entienda no quiere decir que esté de acuerdo con todo lo que hace o ha hecho. Me explico.
Comprendo que cuando invitas a alguien a tu casa no puedes tirarte a su yugular y machacarlo, porque una mínima norma de educación te lo impide. Bien es cierto que la televisión últimamente es bastante agresiva y en ciertos programas, sobre todos los del corazón, ahora se invita a la gente para machacarla públicamente y hacer escarnio de ellos.
Supongo que Buenafuente no se dedica a eso, para eso ya están las Belenes Esteban, los Jorge Javieres o los Jesús Mariñas de turno.
Cierto es que no se puede quedar bien con todo el mundo, no le puedes hacer la pelota a Alex de la Iglesia y al mes siguiente a la ministra Sinde, porque no tiene mucho sentido, y la gente , cabreada como está por la ley Sinde, te lo va a echar en cara.
Respeto su entrevista, porque supongo que la falta de agresividad se limita a la educación que se debe de tener con un invitado.
Pero hay una cosa que no le perdono a Buenafuente: su mala respuesta ante una crítica. El que se dedica a la televisión, o es un personaje público, o tiene un blog, o escribe en twitter, o tiene perfil público de alguna clase, tiene que saber que no se puede gustar a todo el mundo, y debe saber admitir las críticas vengan de donde vengan. Porque el público tiene derecho a darte la palmadita en la espalda y el aplauso cuando le gusta lo que haces, pero también tiene derecho a criticarte cuando no le gusta. Aunque no tenga razón.