El otro día mi mejor amigo, ese
con el que no hay tonterías, ese al que no me hace falta contarle mis cosas
porque ya las intuye, ese con el que una mirada es suficiente para entender lo
que me quiere decir, ese que sabe lo que opino, lo que siento y cómo me
encuentro sólo por cómo le hablo por teléfono, ese que sabe cuándo llamarme y
cuándo dejarme sola, me dio un abrazo y me dijo que me quería mucho.
Y fue un momento importantísimo
para mí, porque en todos los años que hace que somos amigos nunca nos hemos
dicho que nos queremos, porque siempre hemos pensado que no es necesario, que
nos queremos y es suficiente.
Y lo es, de verdad, pero a mí me
ha chocado que un hombre tan poco dado a expresar sentimientos como él, se haya
dejado llevar por el momento y me lo haya dicho abrazándome fuertemente.
Para mí es el más importante de
mis amigos, tengo muchos amigos, pero ninguno como él, es aquel con el que me
entiendo a la perfección, ninguno de los demás me entiende así, y nunca, nunca,
hemos tenido un enfado. Jamás. Puede que no nos veamos en meses, o que
coincidamos todos los días, pero nunca ha tenido una mala palabra conmigo, ni
yo con él. Es la única persona en mi mundo con la que jamás he discutido…
Y reconozco que soy una mujer
afortunada por tener un amigo como él, porque hay mucha gente que jamás tendrá
a nadie así en su vida, y es una lástima, porque ese tipo de cariño no tiene
medida, es generoso y no pide nada, y yo me siento tan afortunada que me gustaría
decirle que yo también le quiero, y que pase lo que pase en nuestras vidas sé
que siempre estará ahí y yo siempre estaré ahí, a pesar de todo y de todos…
Pero hay cosas que no soy capaz
de decir, porque no encuentro las palabras adecuadas para expresarlo, y tampoco
es necesario. Él lo sabe y yo lo sé. Y no hace falta nada ni nadie más.