domingo, 17 de abril de 2011

Y a otra cosa, mariposa

No me gusta nada la gente que se toma demasiado en serio.
Hay gente que discursea desde su púlpito, sea el que sea, internet, la televisión, libros, revistas, cualquier medio es bueno para soltar una parrafada sobre algo que, generalmente, no les gusta.
Yo también lo hago, claro, pero estoy abierta a críticas, sean buenas o malas, y no me cabreo porque sé que me arriesgo a no caer bien, a no gustar, y debo respetar la opinión de los demás. De todas formas, quitando a unos cuantos que quieren sentar cátedra y además hacerse famosos, creo que la mayor parte de la gente que tiene un blog se escribe en principio a sí mismo, y por extensión a los demás.
Pero no me refiero a esos que dejan su opinión y ya está, y si les dicen que no están de acuerdo contestan que bueno, que vale, que cada uno tiene su opinión. Y punto.
Me refiero a aquellos que intentan que los demás compartan plenamente sus opiniones. Es cierto que todo el que habla, todo, es digno de que lo que diga sea tenido en cuenta por los demás, pero de ahí a sentenciar que su opinión sea la única y verdadera, o que su punto de vista sea el mejor... hay bastante distancia.
La humildad es una virtud que mucha de esta gente no posee. Creen que ellos, sólo ellos, están en posesión de la verdad absoluta y ellos, sólo ellos pueden juzgar las opiniones de los demás. Son los mesías de nuestra generación, aquellos que están aquí para salvarnos de nuestra ignorancia infinita.
Pues yo no quiero ser salvada, y por eso hoy un bloguero ha perdido mis visitas. Para siempre, por intolerante. Porque su opinión no vale más que la mía, y porque su ego infinito le impide ver más allá de lo que tiene delante de las narices. Porque su miopía intelectual es lo peor que le puede pasar a una persona que escribe un blog.
Que critique lo que quiera, que esté de acuerdo con lo que le parezca. Yo ya no estaré allí para verlo. Aunque le sobren visitas, le falta humildad, y, al final, acabará pagándolo.

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