sábado, 20 de octubre de 2012

THE WHOLE OF THE MOON


Escuchar ciertas canciones me sirve muchas veces para recordar ciertos momentos de mi vida, épocas pasadas que a veces me gusta recordar, y otras veces no tanto.
Hoy he escuchado un par de canciones que me traen muy buenos recuerdos, y que me traen a gente de vuelta que hace mucho tiempo que no está en mi vida.
“Losing my religion” de REM, me trae a la mente las noches de mi época universitaria, en el Tarasca, aquellas largas noches de juerga y alcohol que nunca volveré a disfrutar, porque ya no soy aquella estudiante veinteañera, y no volveré a serlo más.
Y “The Whole of the Moon” de Waterboys me lleva también a aquella época universitaria, y, en concreto, me devuelve la mirada de la persona más especial de mi vida en aquellos años, Manu, mi compañero de facultad y de juergas, de salidas y de noches de estudio, mi pareja de mus y mi taxista motorizado de las noches de vuelta a casa, mi compañero de baile.
No puedo nunca evocar mis años de estudiante sin él. Para mí la universidad fue él, la facultad fue él. Él fue la Literatura Inglesa y la Norteamericana. Mis apuntes eran suyos, sus trabajos míos, sus días mis días y los dos hacíamos un equipo fantástico. Con él estudié a Joyce, a Faulkner, leí por primera vez “The Wheel” de Yeats:

THROUGH winter-time we call on spring,
And through the spring on summer call,
And when abounding hedges ring
Declare that winter's best of all;
And after that there's nothing good
Because the spring-time has not come -
Nor know that what disturbs our blood
Is but its longing for the tomb.

Con él viajé a Holanda y a Dublín, aprendí latín, bailé salsa a altas horas de la madrugada, fui a conciertos al Crechas, vi por primera vez “Agenda Oculta”, descubrí a Ken Loach, fumé tabaco de liar, jugué al mus durante horas, hablé, hablé, hablé...
En aquel momento él llegó a ser todos mis días, y yo le admiraba como no creo que vuelva a admirar a nadie nunca. Era (y supongo que seguirá siendo) el hombre más inteligente que conozco, el alma más pura, el mejor amigo.
Y hace cien años que no lo veo.
La última vez que le vi estaba tocando el violín en Platerías. Tomamos algo juntos y parecía que no había pasado el tiempo. Los dos tuvimos de nuevo 21 años, y todo seguía igual...
No sé qué será de él. Supongo que seguirá con su violín en cualquier plaza. Siempre que voy a Santiago y oigo un violín espero que sea él, pero nunca lo es. Me imagino que seguirá igual que siempre, seguirá siendo aquel espíritu libre que yo conocí, el hombre más inteligente.
Supongo que siempre será así, él en su mundo y yo en el mío, y es difícil que nos volvamos a cruzar. Pero siempre que escucho “The Whole of the Moon” le recuerdo, porque, como entonces, yo seguiré imaginando el arco iris y él lo tendrá en sus manos. Y a pesar de los años, siempre le echaré de menos...

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