domingo, 20 de marzo de 2011

Parole (1)


Esta mañana me desperté rodeado de palabras. En el edredón, entre las sábanas, en las cortinas de mi habitación, colgadas del galán de noche… Todas las palabras estaban allí, todas, en mi habitación. Fue una gran sorpresa para mí, porque las palabras nunca han sido mi fuerte, y siempre me han faltado en los momentos en que más necesitado me veía de ellas, pero, sorprendentemente, estaban todas allí.
De todas formas me froté los ojos y me pellizqué para estar completamente seguro de que lo que me ocurría no era un sueño, ni una ensoñación propia de los amaneceres en los que uno ve cosas que realmente no están. Pero estaban, estaban, cerré los ojos, volví a abrirlos y seguían allí. Y entonces me asaltó una duda: ¿qué voy a hacer con todas estas palabras en mi habitación? ¿Cómo podré sacarlas de aquí y no perderlas?
Me giré en la cama para ver si mi mujer me podía ayudar a resolver ese enigma, pero ya se había levantado. Y me sorprendió, porque si ella hubiera visto todas esas palabras me habría despertado, ella me habría despertado gritando como si fuera la mañana de Reyes y la habitación estuviese llena de pequeños paquetes de regalos… A ella le gustan tanto las palabras… siempre está leyendo… Es más culta que yo, mucho más, sí señor…Se me ocurrió llamarla para darle la sorpresa. ¡Qué alegría se iba a llevar! Tanto como le gustan a ella las palabras… y las había de todos los tipos, todas estaban allí, todas, todas.
Pero entonces sucedió algo que no esperaba: ella no podía verlas. Entró en la habitación, abrió los ojos como platos cuando me vio embargado de emoción, y me preguntó si me encontraba bien… Me di cuenta de que ella no era capaz de verlas y pensé: son para mí. Alguien me ha enviado las palabras. Son todas mías.  

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