lunes, 21 de marzo de 2011

Parole (2)


Me vestí y lentamente las fui guardando para quedarme con todas ellas. Aún no sabía como, pero tendría que utilizarlas en algún momento. ¿Para qué son si no las palabras? Las metí en el bolsillo de la chaqueta, en el del chaleco, y observé que al mismo tiempo que las metía en el bolsillo desaparecían, pero mi cerebro las guardaba. ¡Qué bien! Era como tener un diccionario permanentemente abierto y poder utilizar todas las palabras en su justo matiz y en el momento adecuado.
Así que en cuanto acabé de aprehender las palabras que aparecían por todos los rincones de mi habitación, me dirigí a la cocina donde mi mujer preparaba afanosamente el desayuno: "Buenos días de nuevo, amadísima esposa, Sulamita de mi corazón, ¿qué manjares tienes preparados para deshacer el ayuno que la noche y el descanso provocan?"
Mi mujer, sorprendida, puso frente a mí el mismo desayuno cotidiano, al cual no había renunciado desde mis primeros desayunos antes de ir a la escuela: un café, un croissant recién hecho y mermelada de arándanos.
De camino al trabajo, encontréme con la urbe que me hallo cotidianamente ante mis ojos, aunque ahora parecía que la veía con otros ojos. Y no es que la ciudad hubiera cambiado, sino que yo era capaz de hallar en mis palabras los matices que siempre habían estado ahí ante mí y no había sabido describir: ¡Qué gran tesoro el de las palabras que me había sido generosamente donado!

1 comentario:

  1. Y ahora que las has guardado espero que nos las vayas mostrando, un besote !!

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